El carácter fundamental de El Príncipe no es el de ser un tratado sistemático, sino un libro "viviente", donde la ideología política y la ciencia política se fundan en la forma dramática del "mito". Entre la utopía y el tratado escolástico, formas bajo las cuales se configuraba la ciencia política de la época, Maquiavelo dio a su concepción una forma imaginativa y artística, donde el elemento doctrinal y racional se personificaba en un condottiero[capitán] que representa en forma plástica y "antropomórfica" el símbolo de la "voluntad colectiva". El proceso de formación de una determinada voluntad colectiva, que tiene un determinado fin político, no es representado a través de pedantescas disquisiciones y clasificaciones de principios y criterios de un método de acción, sino como las cualidades, los rasgos característicos, deberes, necesidades, de una persona concreta, despertando así la fantasía artística de aquellos a quienes se procura convencer y dando una forma más concreta a las pasiones políticas.
El Príncipe de Maquiavelo podría ser estudiado como una ejemplificació n histórica del "mito" de Sorel, es decir, de una ideología política que no se presenta como una fría utopía, ni como una argumentación doctrinaria, sino como la creación de una fantasía concreta que actúa sobre un pueblo disperso y pulverizado para suscitar y organizar su voluntad colectiva. El carácter utópico de El Príncipe reside en el hecho de que un Príncipe tal no existía en la realidad histórica, no se presentaba al pueblo italiano con caracteres de inmediatez objetiva, sino que era una pura abstracción doctrinaria, el símbolo del jefe, del condottiero ideal; pero los elementos pasionales, míticos, contenidos en el pequeño volumen y planteados con recursos dramáticos de gran efecto, se resumen y convierten en elementos, vivos en la conclusión, en la invocación de un príncipe "realmente existente". En el pequeño volumen, Maquiavelo trata de cómo debe ser el Príncipe para conducir un pueblo a la fundación de un nuevo Estado y la investigación es llevada con rigor lógico y desapego científico. En la conclusión, Maquiavelo mismo se vuelve pueblo, se confunde con el pueblo, mas no con un pueblo concebido en forma "genérica", sino con el pueblo que Maquiavelo previamente ha convencido con su trabajo, del cual procede y se siente conciencia y expresión y con quien se identifica totalmente. Parece como si todo el trabajo "lógico" no fuera otra cosa que una autorreflexió n del pueblo, un razonamiento interno, que se hace en la conciencia popular y que concluye con un grito apasionado, inmediato. La pasión, de razonamiento sobre sí misma se transforma en "afecto", fiebre, fanatismo de acción. He aquí por qué el epílogo de El Príncipe no es extrínseco, "pegado" desde afuera, retórico, sino que por el contrario debe ser explicado como un elemento necesario de la obra, o mejor, como el elemento que ilumina toda la obra y que aparece como su "manifiesto político".
Se puede estudiar cómo Sorel, partiendo de la concepción de la ideología-mito no llegó a comprender el fenómeno del partido político y se detuvo en la concepción del sindicato profesional. Aunque es verdad que para Sorel el "mito" no encontraba su mayor expresión en el sindicato como organización de una voluntad colectiva, sino en la acción práctica del sindicato y de una voluntad colectiva ya actuante. La realización máxima de dicha acción práctica debía ser la huelga general, es decir, una "actividad pasiva" de carácter negativo y preliminar (el carácter positivo está dado solamente por el acuerdo logrado en las voluntades asociadas) que no preveía una verdadera fase "activa y constructiva" . En Sorel, por consiguiente, se enfrentaban dos necesidades: la del mito y la de la crítica del mito, en cuanto "todo plan preestablecido es utópico y reaccionario" . La solución era abandonada al impulso de lo irracional, de lo "arbitrario" (en el sentido bergsoniano de "impulso vital") o sea, de la "espontaneidad" .
Pero puede un mito, sin embargo, ser "no constructivo" ¿Puede imaginarse, en el orden de intuiciones de Sorel, que sea productivo en realizaciones un instrumento que deja la voluntad colectiva en la fase primitiva y elemental del mero formarse, por distinción (por "escisión"*), aunque sea con violencia, es decir, destruyendo las relaciones morales y jurídicas existentes? Pero esta voluntad colectiva así formada de manera elemental, ¿no cesará súbitamente de existir, disolviéndose en una infinidad de voluntades singulares que en la fase positiva seguirán direcciones diferentes y contradictorias? Al margen de la cuestión de que no puede existir destrucción, negación, sin una construcción y una afirmación implícitas, entendida ésta no en un sentido "metafísico", sino práctico, o sea políticamente, como programa de partido. En este caso se ve con claridad que detrás de la espontaneidad se supone un mecanicismo puro, detrás de la libertad (libre impulso vital) un máximo determinismo, detrás del idealismo un materialismo absoluto.
* Para Sorel es vital que la clase obrera no establezca ninguna clase de compromiso con la burguesía, tanto en el dominio político (antiparlamentarism o) como en el dominio económico (organización de la cooperación obrera). La organización cooperativa posibilitaría el paso del instinto de clase a la conciencia de clase del proletariado, vale decir, el triunfo de la "escisión" de la sociedad. Dicha escisión, "sin la cual sería imposible para el socialismo cumplir con su papel histórico", peligra a veces cuando la burguesía, temerosa de su futuro, cede en parte a las exigencias del proletariado. Esto explica la importancia que tiene en Sorel la teoría de la "huelga general": "Gracias a ella el socialismo subsiste joven, parecen infantiles las tentativas encaminadas al logro de la paz social y las deserciones de los compañeros que se aburguesan, sobre no desanimar a las masas, las impelen más la rebeldía. En suma: la escisión no corre peligro de desaparecer" (SOREL: ob. cit., p. 123) (N. del T.).
El moderno príncipe, el mito-príncipe, no puede ser una persona real, un individuo concreto; sólo puede ser un organismo, un elemento de sociedad complejo en el cual comience a concretarse una voluntad colectiva reconocida y afirmada parcialmente en la acción. Este organismo ya ha sido dado por el desarrollo histórico y es el partido político: la primera célula en la que se resumen los gérmenes de voluntad colectiva que tienden a devenir universales y totales. En el mundo moderno sólo una acción histórico-polí tica inmediata e inminente, caracterizada por la necesidad de un procedimiento rápido y fulminante, puede encarnarse míticamente en un individuo concreto…
El carácter "abstracto" de la concepción soreliana del "mito" aparece en la aversión (que asume la forma pasional de una repugnancia ética) por losjacobinos, quienes fueron ciertamente una "encarnación categórica" de El Príncipe de Maquiavelo. El moderno Príncipe debe tener una parte destinada al jacobinismo (en el significado integral que esta noción ha tenido históricamente y debe tener conceptualmente) , en cuanto ejemplificació n de cómo se formó y operó en concreto una voluntad colectiva que al menos en algunos aspectos fue creación ex novo, original. Y es necesario que la voluntad colectiva y la voluntad política en general, sean definidas en el sentido moderno; la voluntad como conciencia activa de la necesidad histórica, como protagonista de un efectivo y real drama histórico.
Una de las primeras partes debería estar dedicada, precisamente, a la "voluntad colectiva", planteando así la cuestión: "¿Cuándo puede decirse que existen las condiciones para que se pueda suscitar y desarrollar una voluntad colectiva nacional-popular? ", o sea efectuando un análisis histórico (económico) de la estructura social del país dado y una representació n "dramática" de las tentativas realizadas a través de los siglos, para suscitar esta voluntad y las razones de sus sucesivos fracasos. ¿Por qué en Italia no se dio la monarquía absoluta en la época de Maquiavelo? Es necesario remontarse hasta el Imperio Romano (cuestiones de la lengua, los intelectuales, etc.), comprender la función de las Comunas medievales; el significado del catolicismo, etc. Es necesario, en suma, hacer un esbozo de toda la historia italiana, sintético pero exacto
Una parte importante del moderno Príncipe ** deberá estar dedicada a la cuestión de una reforma intelectual y moral, es decir, a la cuestión religiosa o de una concepción del mundo. También en este campo encontramos en la tradición ausencia de jacobinismo y miedo del jacobinismo (la última expresión filosófica de tal miedo es la actitud malthusiana de B. Croce hacia la religión). El moderno Príncipe debe ser, y no puede dejar de ser, el abanderado y el organizador de una reforma intelectual y moral, lo cual significa crear el terreno para un desarrollo ulterior de la voluntad colectiva nacional popular hacia el cumplimiento de una forma superior y total de civilización moderna.